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La expresión de la voluntad en las personas con discapacidad intelectual

Cómo conocer la voluntad de las personas con discapacidad intelectual

LA EXPRESIÓN DE LA VOLUNTAD EN LAS

PERSONAS CON DISCAPACIDAD INTELECTUAL

 

La reforma llevada a cabo por la Ley 8/2021, de 2 de junio, por la que se reforma la legislación civil y procesal para el apoyo a las personas con discapacidad en el ejercicio de su capacidad jurídica, nos impone prestar especial atención a la voluntad de las personas con discapacidad. Así, por ejemplo, los artículos 249 y 250 del Código civil nos recuerdan que la finalidad del apoyo y la actuación de las personas que lo prestan deben basarse en el respeto y atención de la “voluntad, deseos y preferencias” de la persona con discapacidad.

Esto nos obliga a averiguar esa voluntad, deseos y preferencias. Normalmente, basta una conversación con alguien para poder conocer cuáles son sus gustos y deseos pero la situación puede no ser tan fácil o simple cuando se trata de determinar esa voluntad, deseos y preferencias de una persona con discapacidad intelectual ya que la diversidad de síndromes o trastornos en los que se manifiesta la discapacidad intelectual unido a la poca (o nula) experiencia en el trato con estas personas de los diferentes operadores jurídicos puede complicar esa labor  de conocimiento que hoy legalmente se nos impone.

Con este artículo pretendemos dar una serie de pautas mínimas para que tanto profesionales del mundo del Derecho como de cualquier otro sector (por ejemplo, del mundo de la banca) que no estén habituados a tratar con personas con discapacidad intelectual encuentren unos medios o vías útiles para conocer realmente la voluntad, deseos y preferencias de la persona con discapacidad.

Este “código de conducta” sería el siguiente:

1.- Anticipar la situación: conviene que la persona con discapacidad sea informada previamente del hecho, acto o situación en la que se va a ver inmersa. Generalmente, la capacidad de adaptación a situaciones diversas de una persona con discapacidad no es igual a la de una persona sin esa discapacidad. Si no ha sido previamente informada de lo que va a ocurrir es más que posible que sufra un “bloqueo” que le impida manifestarse, y si además la hemos sacado de su rutina diaria (tan importante para estas personas) sin darle ni explicarle la razón de esa alteración de su hábito diario lo único que conseguiremos será reforzar su rigidez mental que le llevará a rechazar esa situación incluso para el futuro. Este “anticipo” debe concretarse en explicarle qué se va a hacer, por qué tiene que hacerse, dónde se hará y con quién se verá. Conviene no omitir ningún dato importante o sustancial pues aquello que no se le diga será algo que la persona no espera que suceda, y si acontece por no esperarlo lo único que nos puede llevar es a la inhibición o bloqueo de la persona con discapacidad y, en definitiva, a la frustración del propósito que perseguíamos.

2.- Anticipar lugar y persona: al mismo tiempo que le informamos de qué es lo que se va hacer es oportuno darle a conocer el lugar al que irá y la persona con quien se verá. Este conocimiento puede ser tanto presencial como virtual, es decir, mediante fotografías o imágenes del sitio y de la persona. Se trata de ir familiarizando a la persona con discapacidad con todos los elementos (tanto personales como materiales o geográficos) con los que en un momento dado va a interactuar y esto es algo que le ofrece seguridad y confianza, y cuanta más seguridad y confianza tenga menor será la probabilidad de un bloqueo o inhibición.

3.- Generar confianza: lo ideal es que una primera entrevista entre la persona con discapacidad y el profesional del Derecho no tuviese más finalidad que la de conocerse. La premura de tiempo en la que vivimos y lo dificultoso que para algunas personas pueden resultar ciertos desplazamientos son circunstancias que impiden el tener más de un encuentro como sería lo deseable: el primero para conocerse y generar confianza en la persona con discapacidad y, el segundo, para ir directamente al objeto jurídico que nos ocupa; por lo tanto, si no puede ser así, conviene que los primeros minutos de la entrevista se dediquen a ese conocimiento personal para ir generando confianza.

4.- Facilitemos la comunicación y los apoyos: pretender mantener una conversación con una persona con discapacidad intelectual en similares términos a los que tendríamos con cualquier otra persona es más bien algo utópico y no olvidemos que ese profesional del Derecho con el que se va a entrevistar es una persona que aparece por primera vez en la vida de la persona con discapacidad por lo que por mucho que hayamos anticipado la situación la comunicación no resulta fácil. No obstante estos consejos pueden allanar la comunicación:

a) Preguntas cerradas: las personas con discapacidad tienen muy claro lo que quieren pero para que puedan manifestarlo debemos darles la oportunidad de comunicarlo adecuadamente, en este sentido, más que preguntas abiertas (del tipo “qué te gusta hacer en verano”) es preferible que sean preguntas cerradas (del tipo “prefieres el mar o la piscina”, “prefieres viajar o quedarte en tu casa”).

b) Pictogramas, lectura fácil: para facilitar la comunicación también podemos servirnos de pictogramas o textos en lectura fácil, habrá que adaptarse a las singulares características de la persona en cuestión. Y en este punto debemos resaltar una realidad generalmente olvidada, a saber, que las personas con discapacidad intelectual son tan diversas como diferentes somos quienes (pensamos) no tenemos discapacidad. Por tanto, con cada persona (aun dentro del mismo síndrome o trastorno) tendremos que adecuar los medios materiales que nos sirvan de apoyo en la comunicación.

c) Demos su tiempo a la persona con discapacidad: generalmente precisarán de mayor tiempo para expresarse, luego no tengamos prisa porque apremiarles para que contesten no es la mejor solución. Preocupémonos de que entienda bien lo que queremos saber comunicándoselo en un lenguaje claro, coloquial y sencillo, incluso repitiendo o reiterando la idea de otra manera,  y después dejemos que nos contesten a su ritmo.

d) No impedir apoyos personales: generalmente procuramos evitar que en las entrevistas sobre temas importantes pueda haber alguna persona más  que la interesada, la finalidad es evitar la posible influencia que esta tercera persona pudiese tener sobre la persona con discapacidad. No obstante, cuando se trata de personas con discapacidad intelectual esta opción no siempre será la más adecuada. Recordemos que ese profesional que se entrevista con la persona con discapacidad es alguien que aparece por primera vez en su vida y que si no está acostumbrado a relacionarse con personas con discapacidad puede tener serias dificultades en la comunicación con ellas. Por otra parte, la persona con discapacidad puede sentirse más cómoda con la presencia cercana de una persona conocida (ya sea familiar o profesional de su asociación o fundación). Por tanto, conviene valorar en cada caso la utilidad de que esa tercera persona pueda estar presente en la entrevista sin perjuicio de las cautelas que el profesional entrevistador puede adoptar para evitar esas posibles influencias o para cerciorarse que la intervención de esa persona es totalmente neutral.

5.- Entornos favorables: un detalle de suma importancia y no siempre  observado es cómo está el lugar de la entrevista cuando ésta se va a producir. Las personas con discapacidad intelectual son bastantes sensibles a los entornos que les rodean de tal forma que si perciben un entorno como “hostil” lo más probable es que se bloqueen y sea difícil interactuar con ellas. Y un “entorno hostil” es aquel que bien por el ruido ambiental o por un trasiego constante de muchas personas les genera inquietud. Por eso es importante que las entrevistas se realicen en horas de escasa concurrencia y en despachos o salas que favorezcan la intimidad y aíslen del entorno.

En definitiva, se trata de efectuar esos ajustes necesarios que nos permitan conocer la verdadera voluntad y deseos de la persona con discapacidad y se nos impone a nosotros (los que nos proclamamos como personas sin discapacidad) hacer un ejercicio de flexibilidad en nuestros planteamientos y formas a fin de poder adaptarlos a las personas con discapacidad. Porque lo importante es conocer la voluntad, deseos y preferencias de estas personas.

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